Desde hace mucho tiempo Coyoacán
estaba ubicado a márgenes del lago de Texcoco sus poblaciones rivereñas estaban
en la orillas del pedregal y los suelos fértiles los hacían producir diferentes
tipos de cosechas desde vegetales y flores, desde antes de la conquista aquí se
aprovechaba también el sistema de chinampas o canales por donde distribuían el
agua a las parcelas, esto con el avance de la ciudad de México poco a poco
empezó a desaparecer, al secarse el lago de México, pequeños manantiales permitían
la vida agrícola pero no por mucho tiempo.
En los años 30´s del siglo pasado todavía la gente
cultivaba, en aquel pueblo se sembraban flores que se comercializaban en
mercados como Portales, Coyoacán y aún
más lejos, así, un día Dón Narciso el dueño de un sembradío observo que sus
flores del tipo de rosa de castilla, una rosa pequeña pero muy vistosa, de un pasillo del surco están pisoteadas y
algunas de ellas el botón arrancados pero solo era un parte, los demás se
miraba bien con mucho coraje se puso a preguntar a las personas quién había visto algo, podían ser algún mal vecino
o chamacos traviesos sería pero la
respuesta negativa en aquella área las casas próximas no estaban cerca, solo la
de él, pero no recordó haber escuchado nada y observado.
Pasaron algunos días, en aquella mañana de Agosto, con frio por la llovizna de la noche
la neblina se levantaba y en el horizonte se dibujaban los Volcanes al fondo,
iniciando actividades temprano lo primero que fue hacer fue revisar su
plantación de rosas, todo estaba bien pero al mirar estaba nuevamente las rosas
cortadas y algunas pisadas pero otro punto diferente, al de los días anteriores, echando maldiciones
comento quiénes seria los cabrones que jodían su plantación pero No podía saber
quién.
Aquel día con coraje realizo sus
actividades pero en la mente con coraje y rabia observa a todos lo que pasaban
cerca o los vecinos pero no podía sospechar de ninguno o todos era culpables
pero a la vez no podía asegurar nada, así pensando buscando en aquella casa de
paredes de abobe busco el viejo fusil de su padre, y comento que ahora si le daría
un escarmiento, a los malandros de flores.
Aquella tarde busco como hacer su
estrategia y solo miro aquel fresno que estaba a un lado de la huerta frondoso
y alto por lo que pensó ahí seria el
punto coloco una escalera grande y ahora solo tendría que esperar la noche,
siempre sus flores aparecían en las mañanas en el suelo.
Aquella tarde solo preparo su quinqué
de petróleo y espero a que anocheciera,
eran las 11 de la noche era ya tiempo de subir a escondite y esperar a los
causantes e estropear su huerta, subió al
árbol con un jorongo se lo acomodo para soportar el frio de noche y a esperar con suerte le daría el
escarmiento de su vida.
Por ratos el sueño vencía, el
croar de las ranas de los canales cercanos invadían por momentos el cielo medio
nublado por momentos dejaba ver la luz de la luna que en esos días era llena ,
para su suerte por lo menos algo de luz en aquella oscuridad de las chinampas,
pero no pasaba nada.
Así paso el tiempo y el frio de
la madrugada una pequeña capa de neblina se dejaba observar por la parcela pero
por momento la luz de luna se filtraba, a las
3.00 a.m. se escucharon algunos ruidos lo que puso en alerta A Don
Narciso que preparo su fusil y abrió más
los ojos para observar a detalle quién era el causante de maltrato de su plantío,
por un momento observando de un lado a otro, mirando a detalle por los arbustos
, pero no podía ver nada con claridad
así pararon algunos segundos, su pulso empezó a aumentar por el temor
pero también por su coraje por fin pondría
orden y castigo, cerca el camino hacia el canal de agua por detrás de los
carrizos empezó observar una mujer o por la forma a lo lejos es lo alcanzaba a
observar, el detalle avanzaba entre los
surcos de su parcela lo le podía distinguir la cara pero su vestido holanes hacían movimiento con el aire, llevaba una canasta con la respiración forzada
y el sudor empezó a preparar el fusil, observo que aquella figura se detenía en un
punto y miro como las rosas empezaba a cortarlas y las echaba a su canasta , pero el miedo empezó
a entrar a Don Narciso, al ver que la extraña figura de pronto su cabeza dio un
giro como como que se había dado cuenta que el observaba y vio como volteaba a verlo y empezó a avanzar como si flotara en el camino, lo más siniestro avanzando hacia
donde él estaba, a pocos segundos ya estaba en la escalera al pie del árbol, no podía jalar
el gatillo los nervios y el miedo, lo traicionaron, por más que trato de jalar
el gatillo este se trabo, mirando alguna escapatoria o bajar para bajar
rápidamente del árbol , a lo lejos el
perro de casa ladraba, pero ese aliento se cortó cuando la extraña figura
avanzaba hacia la escalera y empezaba a subir por ella, el miedo fue tanto que
Don Narciso se desmayó y se cayó del árbol.
Por la mañana sus familiares lo
encontraron desmayado por fortuna había caído en algunas ramas que habían
amortiguado el golpe, algunos rasguños, al despertar les puedo contar a ellos
lo que
Había pasado, vieron nuevamente
las rosas de castilla en el suelo en solo punto de la huerta.
Después de ese detalle las cosas
llegaron a la normalidad hasta hora no
se sabe quién era o que era lo paso en aquellos días y de la extraña mujer
tampoco.
Relato de mi abuelo
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