martes, 12 de marzo de 2013
Historias 461 Cuentos de la Revolución Los Capulines parte II
“ Los Capulines “ parte II
Por en una ventana de la Hacienda se levantaba la cortina para observar aquella escena era Francisco que miraba detenidamente y con mucho morbo, se empezó a tocar el mismo, y poco a poco sus manos fueron bajando lentamente hacia su cintura, el sudor poco a poco escurría por su frente y sé quieto lentamente el cinturón, mientras que el patio se escuchaba el sonido seco de los latigazos, en aquella habitación de la hacienda el hijo del Dueño se bajaba lentamente los calzoncillos, empezaba a masturbarse, observando por la ventana a Felipe, en punto del extasis, ya con la vista perdida y la sensación de tener los ojos bizcos anunciaban que había venido (corrido) cuando tocaron la puerta, apresurado se acomodo la ropa, y gritando ya voy... como pudo quedo lo Mejor posible, y abrió la puerta era Don Luis el dueño de la Hacienda, como pudo y con la cara de pena tratando de ocultar y hacer normal ese momento, y pensando que su padre se diera cuenta como si sus ojos le expresaran algo, pero solo era apreciación de Felipe porque dio cuenta.
Paso unos dias y Francisco trataba de averiguar la situación de Felipe, aunque disimuladamente para que no se dieran cuenta de su interés que venia de menos a más. , Algunos rumores circulaban en la hacienda desde hacia mucho tiempo, desde los empleados hasta los peones pero solo eso eran rumores, nadie podía cuestionar la integridad de Hacendado por sus 22 años y aun no desposado.
Mientras Felipe se reponía de sus heridas causadas solo guardo reposo un día, se levanto el segundo día y sus heridas se abrían manchando las vendas de manta que había hecho su esposa, le había recomendado una receta algunas hierbas, junto con sebo y hollín era bueno para sanar, el proceso era lento y con dolor, no tardo en regresar a su vida de explotación, tenía que trabajar de cualquier forma si no habría comida, los poco que lograban trabajar se los daban en mercancía en la tienda de raya, un poco de piloncillo, algo de maíz y fríjol el poco beneficio de sus jornadas largas jornadas de trabajo.
Pasaron pocos días y las labores de Felipe volvieron casi a la normalidad, el trabajo pesado regreso, no así el interés de hijo del hacendado, que lo mandaba buscar con el menor pretexto para alguna actividad hasta detalles que no tenían lógica, pero poco a poco esa sensación de persecución la fue notando más, pero también le inquietaba, la curiosidad y el miedo se juntaban.
Pasaron el tiempo, el sonido del agua del río sonaba y el calor era abrumador, por lo que Felipe ya repuesto del castigo regresaba haber entregado unos sacos de maíz, llevaba carreta vieja, pensaba que era buen momento para quitar el calor, sin pensarlo se salió del camino y se acerco al río, el sabia que existía una poza donde era mejor lugar así nadie se diera cuenta, brinco y se apresuro, se quito la ropa y de tiro al agua, la sensación del frío del agua refresco aquel cuerpo marcado, sin darse cuenta era observado desde otra parte, una mirada profunda no dejaba de observar a Felipe, pero el observador no podía controlar el estar parado detrás de los arbustos, y en ese momento que por error piso mal e hizo rodar unas piedras por lo que el ruido levantara la alerta de Felipe lo que apresurado tomo sus ropas se vistió y apresuro el viaje, entre las ramas estaba Francisco el hijo del hacendado.
Pasaron los días hasta que la noche de luna llena llego, la luz de las velas se hacen presentes en las casas de los peones, desde lejos se ve como el humo invade la zona en el ambiente el olor a las tortillas de maíz, se confunde con el olor a madera, en las casas la salsa en el molcajete ya esta lista, plato de frijol nos anunciaba que era la hora de la cena para muchas familias era lo único que podían comer.
En la casa de Felipe había que dormir temprano la jornada empezaba a las 5.00 a.m. de la mañana, sus heridas ya habrían cicatrizado físicamente estaba bien pero guardaba resentimiento y rabia hacia hijo del Hacendado, todo paso rápidamente y se inicio de nuevo el día, un día como todos la gente a trabajar.
Poco después de las 9.00 a.m., la gente corría hacia camino de piedra, haciendo mucho alboroto que hasta los perros ladraban y los caballos se inquietaban, Felipe estando en con los caballos, logro oír como la gente corría hacia aquella verdad, y fue tanto tumulto que gente de la Hacienda se asusto, y le comentaron que algo había pasado en camino de piedra.
Felipe toma un caballo y fue con el capataz apresurados para averiguar que pasaba, llegaron tán rápido aquel camino y vieron a lo lejos a un lado del camino bajo aquel enorme pirul un colgado(ahorcado), impresionado Felipe pero a la vez asustado bajo rápidamente del caballo y abrieron paso entre la gente que rodeaba aquella escena, el capataz toma el machete y con ayuda de otros peones, empezaron a bajar aquel colgado, los bajaron poco a poco pero por poco el peso les gana lo recostaron en hierba, con asombro vieron que era Jacinto, un peón que había llegado hacía poco tiempo de Oaxaca, no menos de 17 años, pero este se había destacado por su fortaleza a esa edad era corpulento, fue cuando uno de los peones grito que se había suicidado, Todos callaron y él silenció se hizo presente, por ahí entre la gente las mujeres hablaban que lo habían visto inquieto en los últimos días, muchas cosas más.
Felipe si lo conocía y por la mente pasaron algunas escenas de lo había visto pero le sembraban duda, solo miro el cuerpo rígido y por ahí noto algo inusual que apenas se percibía, eran unos puntos rojos por debajo de la camisa del muerto como quemaduras, algo raro porque eran por cigarro y este no fumaba, trato con levantar un poco más pero el capataz le lanzo golpe con vara, - deja ahí esta muerto y se suicidio.
Así se quedo la duda en Felipe y de los muertos ya estaban familiarizados en aquella hacienda siempre los había.
Así paso otro día mas, los rumores y la especulación en la gente crecían pero nadie les tomaba en cuenta eran peones decían los Hacendado.
Pasaron los días, aquella tarde cuando Felipe cepillaba los caballos en las caballerizas, sintió la mirada pero por más que volteaba no miro a nadie, continuo con su trabajo pero por unos minutos continuo su trabajo pero al voltear miro alguien atrás, con tremendo susto observo era Francisco el Hijo del Hacendado que lo observaba.
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Gracias por este relato que por lo veo tiene otro capítulo más... que sin duda estaré esperando para seguir imaginando
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