Así, a finales del siglo XIX ya se había formado en Ciudad de México una
subcultura homosexual, similar a la existente en otras grandes ciudades de
América como Buenos Aires, Río de Janeiro, La Habana, Nueva York y Toronto. La
obra de historiadores como Víctor M. Macías-González, Pablo Picatto, y Robert
Buffington, entre otros, ha identificado espacios homosexuales como los baños
públicos, las cárceles, y ciertas plazas y paseos de la capital. La obra del
criminólogo Roumagnac, por ejemplo, arroja detalles sobre prácticas
homosexuales en las cárceles del país.
El escándalo más sonado de los siglos XIX y XX fue el llamado Baile de los cuarenta y uno o el Baile de los cuarenta y un maricones.19 20 El hecho se refiere a una redada realizada el 18 de noviembre de 1901, durante el mandato de Porfirio Díaz. La redada, realizada en la calle de la Paz (hoy calle Ezequiel Montes), era contra un baile de hombres que se estaba realizando en una vivienda particular, de los cuales 22 estaban vestidos de hombres y 19 de mujeres. La prensa mexicana se cebó en el hecho, a pesar de que el Gobierno se esforzó en tapar el asunto, puesto que los detenidos pertenecían a las clases altas de la sociedad porfiriana. La lista de los nombres nunca fue revelada.
La noche del domingo fue sorprendido por la policía, en una casa accesoria de la 4a. calle de la Paz, un baile que 41 hombres solos verificaban vestidos de mujer. Entre algunos de esos individuos fueron reconocidos los pollos que diariamente se ven pasar por Plateros. Éstos vestían elegantísimos trajes de señoras, llevaban pelucas, pechos postizos, aretes, choclos bordados y en las caras tenían pintadas grandes ojeras y chapas de color. Al saberse la noticia en los boulevares, se han dado toda clase de comentarios y se censura la conducta de dichos individuos.
Enseguida se extiende el rumor, nunca confirmado ni negado, de que en realidad serían 42 los detenidos, siendo el número cuarenta y dos el yerno de Porfirio Díaz, Ignacio de la Torre, al que se le habría permitido la fuga. A pesar de que la redada no tenía asideros legales y era completamente arbitraria, los 41 detenidos acabaron por la fuerza en el ejército:
El escándalo más sonado de los siglos XIX y XX fue el llamado Baile de los cuarenta y uno o el Baile de los cuarenta y un maricones.19 20 El hecho se refiere a una redada realizada el 18 de noviembre de 1901, durante el mandato de Porfirio Díaz. La redada, realizada en la calle de la Paz (hoy calle Ezequiel Montes), era contra un baile de hombres que se estaba realizando en una vivienda particular, de los cuales 22 estaban vestidos de hombres y 19 de mujeres. La prensa mexicana se cebó en el hecho, a pesar de que el Gobierno se esforzó en tapar el asunto, puesto que los detenidos pertenecían a las clases altas de la sociedad porfiriana. La lista de los nombres nunca fue revelada.
La noche del domingo fue sorprendido por la policía, en una casa accesoria de la 4a. calle de la Paz, un baile que 41 hombres solos verificaban vestidos de mujer. Entre algunos de esos individuos fueron reconocidos los pollos que diariamente se ven pasar por Plateros. Éstos vestían elegantísimos trajes de señoras, llevaban pelucas, pechos postizos, aretes, choclos bordados y en las caras tenían pintadas grandes ojeras y chapas de color. Al saberse la noticia en los boulevares, se han dado toda clase de comentarios y se censura la conducta de dichos individuos.
Enseguida se extiende el rumor, nunca confirmado ni negado, de que en realidad serían 42 los detenidos, siendo el número cuarenta y dos el yerno de Porfirio Díaz, Ignacio de la Torre, al que se le habría permitido la fuga. A pesar de que la redada no tenía asideros legales y era completamente arbitraria, los 41 detenidos acabaron por la fuerza en el ejército:
Los vagos, rateros y
afeminados que han sido enviados a Yucatán, no han sido consignados a los
batallones del Ejército que operan en la campaña contra los indígenas mayas,
sino a las obras públicas en las poblaciones conquistadas al enemigo común de
la civilización
En México el número 41 no
tiene ninguna validez y es ofensivo para los mexicanos La influencia de esa
tradición es tal que hasta en lo oficial se pasa por alto el número 41. No hay
en el ejército División, Regimiento o Batallón que lleve el número 41. Llegan
hasta el 40 y de ahí se salta al 42. No hay nómina que tenga renglón 41. No hay
en las nomenclaturas municipales casas que ostenten el número 41. Si acaso y no
hay remedio, el 40 bis. No hay cuarto de hotel o de Sanatorio que tenga el
número 41. Nadie cumple 41 años, de los 40 se salta hasta los 42. No hay
automóvil que lleve placa 41, ni policía o agente que acepte ese guarismo
En primavera de 1918, Manuel
Palafox, secretario general de Zapata, fue acusado por enemigos políticos
dentro del campo zapatista de haber filtrado información a través de sus
relaciones homosexuales. Puesto bajo la vigilancia de Gildardo Magaña, escapó e
intentó reunir a los líderes zapatistas a su alrededor, en lo que fracasó.
Palafox murió en 1959 sin que se demostrase su homosexualidad.
En la década de 1930 ya
existían algunos bares y baños para homosexuales en la Ciudad de México, siendo
zonas de ligue la Alameda, el Zócalo, el Paseo de Reforma y la Calle Madero. En
la década siguiente, durante la Segunda Guerra Mundial, había de diez a quince
bares, y en El África y El Triumfo estaba permitido bailar. Esta relativa
permisividad terminó en 1959, cuando el alcalde Uruchurtu cerró todos los bares
de ambiente de la ciudad tras un triple .
Muchos de los homosexuales
seguían viviendo en la casa familiar, por lo que sus actividades solían ser
privadas o clandestinas. A finales del siglo XX y principios del siglo XXI, los
homosexuales siguen siendo discretos con su condición sexual, estando muchos en
el clóset, otros viviendo un secreto a voces.
Las clases bajas de la
sociedad mexicana solían mantener el modelo mediterráneo, por el que los
homosexuales se dividen en activos y pasivos, siendo los activos «masculinos» y
los pasivos «afeminados» y «despreciables»: «yo soy un hombre; si te chingo, tú
no eres un hombre». Existe incluso miedo entre los homosexuales activos a ser
penetrados, porque temen la posibilidad de que les guste y dejen de ser
«hombres». Por su parte, los homosexuales de clases altas, más cosmopolitas,
tomaron el modelo europeo del dandi de finales del siglo XIX. Este modelo está
siendo sustituido por otro más parecido al anglosajón, en el que el homosexual
no se define por la dicotomía activo/pasivo, sino por el hecho de que tiene
relaciones sexuales con otros hombres. Aquellos que se niegan a definirse como
activos/pasivos son llamados «internacionales».
Entre muchos mexicanos
homosexuales jóvenes y adultos existe el llamado «sueño fálico», que consiste
en ver a los EEUU, Canadá o Europa como utopía sexual, en la que pueden ser
libre y abiertamente gays. Actuando en consecuencia, intentan tejer contactos
con turistas extranjeros o residentes temporales como trampolín hacia el
destino soñado. Sin embargo, muchos acaban desilusionados en el destino soñado
cuando tienen que enfrentarse a la homofobia y el racismo reinantes.
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