viernes, 17 de octubre de 2014

Historias La cuarentena



Ya era casi medio día  el  Sol  ya calentaba el ambiente, sobre las surcos de las milpas pequeños ventarrones  alzaban la tierra suelta  un común denominador en aquel paraje seco, el paso por aquella una  capa de tierra fina hacía hundir cada
Paso llenado de tierra las sandalias, al final  se observaba  la entrada principal de la Hacienda,   los grandes bloques de piedra  con los tabiques de color rojo daban un aire de nostalgia de una vida prospera pero  ahora en ruinas, el salitre por todos lados,  las paredes de adobe poco a poco se convertían en polvo dejando pequeños huecos por donde uno podía mirar los corredores y el interior de la construcción.

Caminado por aquellos patios era poco lo que conservaba de pie y al fondo ni la vieja ermita se había salvado, en la  pequeña capilla era fácil observar el viejo pedestal  en donde estaba la  imagen de madera de Cristo del perdón, una pequeña figura del siglo XVII, muy expresiva y de un realismo impresionante, pero el paso del tiempo  implacable,  estaba apolillada y su esmalte poco a poco se caía dejando ver la pasta de caña con la fue hecho, los vidrios rotos de la puerta principal y en el piso algunas flores secas quizá de alguna misa hace tiempo pero quedo por ahí junto al florero roto, realmente era  un milagro que estuviera de pie, sus  paredes por momentos parecen que alguno momento  se vienen abajo y el piso de madera hundido,  todavía  en la mente llegan escenas de aquella tormenta en donde se metió el agua por todos lados y los rayos iluminando la noche  e iluminado la pared de la capilla con la imagen de cristo, que muchos comentaron por variaos días e incluso por bastante tiempo me daba miedo recorrer ese lugar .

Así por  todos los rincones  a un lado de la hacienda estaban las chozas de adobe y techo la ramas secas donde vivo con mis padres, ellos eran  campesinos que lograron resistir la época dura  que vivió el país, que  en algún modo las fuertes raíces los hacían permanecer en la misma  era así el viejo caso de la hacienda ubicada cerca de  Apizaco,  Tlaxcala corría el  año de  1918.

Esa época  de incertidumbre  con los cambios tan drásticos en lo político, en lo social, en lo económico  y cuanto a la forma de vida,   las guerras, las enfermedades principalmente pero sobre todo la inseguridad que reinaba en todo momento a todo a hora  hasta lo poco resulta atractivo para la gente,  en aquella mañana no  era un día normal,   la pregunta donde es estaba la gente, por aquellas veredas no sé podía encontrar a nadie, no hay gente que vaya al pueblo o gente que venga del mismo no había gente, solo al fondo por ahí el ruido de  los animales de granja, o el ladrar de los perros, a medida de uno caminaba por  aquellos rumbos  notaba que algo ocurría,  en aquellas fechas había llegado el rumor de una enfermedad  muy contagiosa, era  la epidemia llamada la fiebre española, se tenían noticias pero realmente se estaba viviendo en muchas ciudades principalmente del norte de país,  la fuente de contagio fueron la rutas por donde los trenes  circulaban transportando mercancías, que  propagaban el virus de la influenza así llamada después,  las condiciones precarias de higiene, marginación y pobreza resultados de un México pos revolucionario eran las condiciones adecuadas para esta se propagara rápidamente  esta enfermedad  causando  estragos en la población.

Desde hace unos días creció el rumor que en ya había enfermos en el pueblo, pero este día,  las campanas de pueblo cercano anunciaban la llegada de que parecía la enfermedad  y algunas personas abandonaban sus casas, hace un momento me tocó ver algunos que pasaron a lomo de burro pero no comentaban nada el silencio y solo un buenos días transitaban hacia camino a la ciudad de Puebla esta tenia hospitales  o el convento en donde  ofrecerían más alternativas o remedios  para tratar la enfermedad.

Esa mañana las campañas de la Iglesia el redoble de las campanas  anunciaban en cada momento el fallecimiento de alguna persona  apenas hace unos días,  el domingo para ser precisos con una salva de Cohetones,  la gente salió en procesión llevando en andas al santísimo para que les diera protección pero creo no resulto, al contrario fue un foco de contagio más fuerte porque el sacristán  murió al día siguiente y el martes  murieron varias personas de la congregación del Cristo del perdón y por eso el miedo es mayor, un miedo a lo que habla la gente., el miedo a lo que nos e ve, que se siente y que hace de cada momento que uno tenga más miedo hasta  mi familia  no comentan nada porque se enoja mi padre, mi madre solo deja que la Abuela Grande que está sentada en aquella vieja silla mecedora hable y hable de que este mundo se va a terminar porque así lo comentaban sus abuelos ellos si vivieron la Intervención Francesa según algunas historias pero creo que desde ahí la vida siempre ha sido vivir con miedo en medio de la explotación, la carencia pero siempre con la fe.


Por rumores  y por avisos de los más cercanos  lo solo piden que no salgan de sus casas eso fue la recomendación de don Pedro el único médico que aviso a lomo de caballo a todas las casas, pero dicen las malas lenguas que anoche estaba  enfermo.


Aquellas calenturas y cuerpos cortados, las fiebres que hacían desvariar a las personas que comentaban que miraban a personas ya fallecidas  ni los  tés de hierbas de tés de tila o de hierbabuena con miel decía  la Abuela Grande hacían nada,  eran los primeros síntomas algunas personas abandonaban a sus enfermos para no contagiarse.


En la tarde  por el camino observe que venía alguien  era El viejo comisario recorrió casa por casa para avisar, las nuevas medidas que le habían comunicado  desde Puebla para evitar más contagios, se debería de poner una señal en las casas donde habitaba  algún enfermo o si se sospechaba de los síntomas de la epidemia solo colocaran una bandera blanca hecha  con algún pedazo de tela de manta o alguna tela clara  en la puerta principal  de la casa  o de la puerta que diera a la calle o del camino principal,  para que nadie se acercara o llegarán los servicios sanitarios algún doctor  con medicamentos o remedios,   pero en  el lapso de algunos días empezaron a colocarse banderas por todas partes, y  las campanas que anunciaban  toques de duelo  se quedaron mudas   se dejaron de escuchar porque ya no había quién las tocara porque las persona que las tocaba había fallecido.

Mi nombre es Jesús  vivo con mi familia y con mis   5 hermanos, soy el  quinto de mis hermanos de  los más chicos de edad, la situación económicamente era  precaria   dependíamos  del trabajo del campo, y este  año no  se logró la cosecha la lluvia llego tarde y las primeras heladas mermaron lo poco  que quedaba, se sembró cebada y un poco de alfalfa que era rápido en  cultivar para venderlo como follaje, solo se  tenían una reserva de maíz y de frijol del año pasado,  por lo que precariamente nos permitía vivir, mi Abuela grande tenía  pocos animales de granja eran  un como un gran tesoro,   en el armario viejo se tenía  poco de manteca, piloncillo  y una velas de cebo, así como algunos chiles secos, pero poco a poco escaseaban la epidemia se había complicado todo porque no se podía vender algo en la plaza de los martes y ni intercambiar alguno alimento por leña o carbón porque la  gente no sales de sus casas, pueden ser por varias razones porque estén enfermos, porque tengan miedo a salir  porque ya no haya nadie y se fueron  a otro lugar  o  porque estén muertos.

 No permitían que la gente se acercara para evitar contagios, pero surgieron los robos a las propiedades, los gavilleros no solo robaban en los pueblos grandes o en la estación ahora aprovechando la epidemia  saqueaban las casas, robado lo poco que había  en ellas,  fue el motivo cuidar la vereda que lleva a la casa, allá por la desviación  donde empezaba el camino polvoso que mira la entrada de la vieja hacienda,  aquel sábado mi  hermano mayor Jesús llamó a mi padre para mirar que la cantidad de zopilotes volando en el cielo del pueblo, presagiando muchas cosas,  y solo el silencio y la fría mirada de ambos pude comprender que era una mala noticia.

Pero por la tarde pude comprender muchas cosas   el   viento empezó  a soplar con las tolvaneras que observaban desde ahí, pero este hizo su mejor parte  el traer en el aire la realidad  que empezó invadir  el ambiente el  verdadero olor a la muerte que vagaba por los campos, por las milpas, por aquellas veredas  llenas de polvo aquel olor putrefacto que penetraba y llegaba a todos los rincones era una aviso que la situación era muy incierta  no se necesitaba que uno estuviera en el pueblo o en alguna ciudad  para saber que la muerte había llegado y en serio, fue cuando el  miedo a lo desconocido,  por un momento hasta escalofrío sentí ese miedo a lo desconocido más que a la enfermedad pero sobre todo a la muerte.


En esa noche iluminados a la luz de la vela,  pensaba en muchas cosas el poder terrible de Dios, eran el fin del Mundo como lo pregonaba mi Abuela Grande como  entender  la situación, lo precario que era la vida, lo que es una epidemia el difícil concepto de lo que es la muerte,  aquella noche hacía frío ni con los tragos del té caliente  o la tortilla recalentada y aquel plato de frijoles negros con un poco de chile cortado en rebanadas, algo de cebolla hacían olvidar la situación,  la mirada de entre toda la familia y al final era silencio de aquella escena, ni mis  padres compartían palabra alguna  el silencio que lo que esperaba si preguntaba algo,  solo el tronar de la leña  que desprendía en aquel fogón donde hervía el  té, ese olor a hierbas que invadía ese pequeño cuarto, era por momento el único sonido que se escuchaba,  por un momento el viento de nuevo  por ahí los rayos se escuchaban y alumbraban  la casa la tormenta está cerca.


Dentro de ese silenció, por  ahí a lo lejos se empezó a escuchar el ladrido de los perros y el galopar de un caballo que se acercaba, se levantaron rápidamente mis  padres para ver por aquella puerta a ver si lograban distinguir entre lo oscuro quién era, solo pude observar  quien llegaba, era Luis un amigo del pueblo  para avisar ya había llegado la epidemia que en pueblo había muchos muertos por lo que nadie debería de acercarse o salir porque estaba todo en cuarentena, una palabra que muy difícilmente olvidare. 

          


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