lunes, 26 de octubre de 2015

Historias Las ofrendas de Día de Muertos en México




Entre los mexicanos la muerte tiene un sentido singular: sus profundas tradiciones en el pasado indígena; parece un escenario donde se mueven y deslizan figuras del recuerdo, objetivos de ofrendas de la más diversa índole: Dulces, pan, flores, alimentos y costumbristas. La tradición, de alguna manera es permanente, pero aparece con mayor vigor, como un sentimiento espontáneo, los días 1 y 2 de noviembre cada año.
Los campos donde están los restos de los difuntos, se iluminan con la presencia de innumerables personas que llevan entre sus manos las multicolores ofrendas.; en  la no puede faltar, los platillos más comunes y que difícilmente faltan son: El mole, chocolate, tamales, calabazas en tacha, pan de muerto y calaveras de dulce de diferentes tamaños que generalmente llevan el nombre del difunto y de sus familiares, vivos o también difuntos, los bizcochos en forma de rosca, coloreados por grageas en rosa mexicano y otros colores.

Se escoge un lugar de la casa donde se improvisa un altar con imágenes religiosas, se cubren los espejos, se coloca la fotografía del difunto, todo sobre un mantel blanco al cual se le deshoja cempasúchil, colocando después los alimentos así como los cirios o las lámparas de aceite que arderán toda la noche. El incensario de barro ocupa un lugar importante ya que ahí se quema: el incienso, mirra y estoraque con el fin de limpiarles el ambiente y el camino a las almas de los fieles difuntos. De los alimentos los difuntos solo tomarán la esencia; creencia que vale la pena recordar que también fue practicada por los egipcios.
    

Para la gran mayoría del pueblo mexicano la celebración pagano-religiosa que con motivo del día consagrado por el rito católico a los fieles difuntos, se desenvuelve en medio de una extraña y desconcertante mezcla de ofrendas, ritos, liturgias, y celebraciones diversas en todos los pueblos, rancherías, y ciudades de nuestro país. Tiene tal colorido, tal riqueza folklórica y costumbrista, que puede afirmarse no exista otro pueblo en donde el culto a los muertos sobreviva con tanto arraigo y con manifestaciones tan definidas como en México. A propios y extraños asombra la dedicación tanto física como económica con la que los mexicanos honramos a nuestros muertos. La gran cantidad de dinero que se invierte y la prolífica imaginación con que las artesanías y los platillos convierten el festejo; causa dolor y pesadumbre en criterios rígidos que no logran comprender el alma de nuestro pueblo. Todavía en varias poblaciones de México y en el mismo Distrito

En México se han elaborado hasta la actualidad infinidad de dulces en formas de calaveras hechas de azúcar o chocolate, huesos de leche, pepitas o almendra. Se hacían dulces de alfeñique, se cocinaba y hasta la fecha se acostumbra la calabaza en dulce.

Las ofrendas son verdaderas obras de arte y tienen sus características propias de cada lugar. Se decoran con papel calado siendo la flor típica el cempasúchil. También se decoran con frutas que forman parte de la comida que se ofrece a los muertos. Además se colocan sombreros, rebozos y otros objetos que usaron los difuntos, lo mismo que herramientas y demás utensilios de trabajo.

  
Los Niveles de las ofrendas en día de Muertos (México)
   
La cantidad de niveles en un altar de muertos varían en algunas regiones. Los niveles en el altar de muertos representan la cosmovisión, regularmente representando el mundo material y el inmaterial o los cuatro elementos, en cada uno de ellos se colocan diferentes objetos simbólicos para la cultura, religión o para la persona a la que se le dedica el altar. Altares de dos niveles: son una representación de la división del cielo y la tierra en el que se representan los frutos de la tierra y las bondades de los cielos como la lluvia.

Altares de tres niveles: representan el cielo, la tierra y el inframundo. Debido a la introducción de ideologías de las religiones europeas, ha cambiado su significado a dos posibles, pudiendo representar la tierra, el purgatorio y el reino de los cielos, o bien, los elementos de la Santísima Trinidad según la tradición católica.2

Altares de siete niveles: son el tipo de altar más convencional, representan los siete niveles que debe atravesar el alma para poder llegar al descanso o paz espiritual.3 Según la práctica otomí, los siete escalones representan los siete pecados capitales.4 Se asocia el número siete con el número de destinos que , según la cultura azteca, existían para los diferentes tipos de muerte.

En diferentes culturas, particularmente en la azteca, se creía que existía un proceso para nacer y otro para morir. Así, cuando el alma abandona el cuerpo físico debe pasar una serie de pruebas o dimensiones para llegar al ansiado descanso. En la cosmovisión azteca el alma de una persona debía pasar ocho niveles en el Mictlán (inframundo de aquellos que mueren naturalmente), cada uno representaba una prueba para llegar al noveno nivel en el que se llegaba ante Mictlantecuhtli y su esposa Mictecacihuatl, llegando al descanso eterno. El dios azteca Xólotl era el psicopompo de las almas en el camino.5

Otros altares son realizados según la tradición, donde se establece que el altar debe de constar de 7 niveles o escalones que representan los 7 niveles que tiene que pasar el alma de un muerto para poder descansar. Estos altares se realizan generalmente en lugares donde exista un espacio grande donde pueda caber todo el altar, el cual debe ser barrido el cuarto con hierbas aromáticas hacia los cuatro vientos un día antes del día de muertos. Primero se construye o fabrica el esqueleto del altar ya sea con cajas de cartón, madera o lo que se encuentre a fin de que queden bien cimentados los 7 niveles, de los cuales el séptimo debe de estar casi a la altura del suelo y sobre él se pone el segundo nivel que es un poco más chico que el primero y así sucesivamente hasta llegar al primer nivel, cada escalón es forrado con tela negra y blanca. Cada escalón tiene un significado y debe contener ciertos objetos en específico:

Primer escalón se pone la foto del santo o virgen de la devoción.

Segundo escalón es para las ánimas del purgatorio.

Tercero se pone la sal para los niños del purgatorio.

Cuarto se pone pan llamado "pan de muerto", este pan es adornado con azúcar roja que simula la sangre, se recomienda que el pan sea echo por los parientes del difunto, ya que es una consagración.

Quinto se pone la comida y la fruta que fueron los preferidos por el difunto.

Sexto se pone la foto del difunto a quien se dedica el altar.
            
Ultimo se pone la cruz de un rosario hecho de tejocote y limas.

Durante la era prehispánica, pasando por la época colonial y hasta nuestros días, los alimentos han jugado un papel muy importante en las ofrendas de los muertos. Se podría decir que los alimentos son indispensables en el altar de las ofrendas; estos suelen ser muy variados y que en nuestros días varían según los gustos y las regiones de la república, en donde la tradición culinaria de la región cuenta mucho. Así mismo su variedad radica en las costumbres de quién las coloca.

No importa si es grande o chica, pobre o rica, ya que la ofrenda de muertos se prepara y se exhibe para agradar a los difuntos que puntuales llegan a visitarnos cada año. En ella, que no es sino un altar, se disponen artísticamente las flores, las velas y veladoras las fotografías, el papel crepé, las vasijas, los platones, las botellas y sobre todo los alimentos que habrá de consumir el goloso espíritu visitante. Así, lo más común es que en altares domésticos se coloquen exquisitos panes, tamales de todos sabores y colores, atoles espesos y humeantes guisos de diferentes clases, desde los exquisitos moles hasta los nopalitos preparados de diversas maneras, dulces sabrosos de calabaza y tejocote.
   
Generalmente el altar se divide en dos niveles marcados por una mesa y el suelo, que según la tradición popular representan el cielo y la tierra respectivamente. Es por ello que en la mesa se localizan las imágenes de los muertos en culto, y los símbolos de fe, así como los elementos agua y fuego representados por líquidos como el atole, pulque, agua u otras bebidas, y por velas, ceras y veladoras. Sobre el suelo se colocan los elementos que simbolizan el aire y la tierra: incienso y mirra, Sahumerios, semillas y frutas.

El día 31 de octubre al medio día, se colocan sobre una mesa aquellos objetos destinados al culto de los niños difuntos: flores blancas, vasos con agua y un plato con sal. Cada vela que se enciende representa a un niño muerto. Se enciende además el sahumerio con copal e incienso.

Por la tarde se ofrece una merienda a los niños, donde se incluye como pan, atole, chocolate, tamales de dulce y frutas. Nuevamente se enciende el sahumerio.

Al día siguiente, el 1° de noviembre, por la mañana, se sirve el desayuno de los niños, antes de que sus almas regresen al lugar que pertenecen. Entre los alimentos que se colocan están el pan, atole, chocolate, tamales y frutas. Al medio día la mesa se adorna con flores amarillas con las que se indica la llegada de los difuntos adultos; se colocan candelabros negros con velas grandes, agua y sal; más tarde se ofrendan frutas, pan, conservas y tamales.


El 2 de noviembre al medio día las almas de los difuntos adultos son despedidos con una comida en donde se pueden encontrar una gran variedad de guisos mexicanos, entre los que destacan el arroz, mexicano en su preparación, cocinado de diferentes maneras; mole con pollo o guajolote, pozole, frijoles de olla, tortillas, frutas como jícamas, tejocotes, cacahuates, dulces entre los que aparecen las tradicionales calaveritas de azúcar o chocolate, cocadas, calabazates, limones rellenos, camotes, amaranto, jamoncillos (dulce de leche), calabaza en tacha, peras e higos cristalizados, tamarindo, arroz de leche y conservas de tejocote, guayaba o durazno. Igualmente hay aperitivos como cerveza, el tradicional pulque, tequila o la bebida favorita de aquellos seres queridos. No podían faltar los cigarrillos para quienes acostumbraban fumar.
Como ya se mencionó con anterioridad, los alimentos suelen ser muy variados de ofrenda a ofrenda; sin embargo las ofrendas que actualmente se colocan no son totalmente diferentes a las prehispánicas; en realidad sólo se transformó sustituyendo sus componentes originales. De acuerdo a la tradición debe componerse de nueve elementos esenciales los cuales nunca deben o pueden faltar.


   

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