Historias Cuentos de la
Revolución “Los Capulines”
Capítulo I
En aquella Hacienda de los Capulines de principios de siglo XX y antes de la revolución Mexicana la situación era compleja, en el campo la vida empeoró entre 1876 y 1910 porque las llamadas compañías deslindadoras quitaron a muchos campesinos e indígenas sus tierras y luego las vendieron a personas muy ricas, ya fueran mexicanos o extranjeros.
Así surgieron los latifundios, es decir, enormes extensiones de tierra que eran propiedad de una sola persona o familia.
Los campesinos tuvieron que trabajar en las grandes haciendas como peones; ahí eran maltratados y obligados a laborar muchas horas y se les pagaba muy poco. Tenían que comprar sus alimentos en las tiendas de raya que, por supuesto, eran propiedad de los hacendados. Los precios eran tan altos que los peones siempre quedaban debiendo y sus hijos heredaban las deudas. En cuanto a los peones y sus familias, la grave explotación, las tiendas de raya y las malas condiciones de trabajo, hacía que la vida de estos fuera miserable, esta fue una de las causas del levantamiento armado 1910, en la Revolución Mexicana del siglo pasado.
En aquellos días en el caserío a un lado del casco de la Hacienda, vivían los peones entre estos estaba Felipe de 17años, de piel quemada por el sol, de cuerpo moldeado el producto de las largas jornadas de trabajo, aquella cara de hombre rudo y viril, lleno de polvo, sus manos ásperas por trabajo, su bigote espeso que presionaba, pero lo más llamativo era cuando se ponía su camisa de manta desgastada, que en ocasiones dejaba de ver el volumen de un pecho marcado y velludo, era la envidia de los hombres y deseo de todas las mujeres de la hacienda y del pueblos cercanos, pero no solo de las mujeres.
Lo interesante de este Felipe el Hombre joven, el peón, es que era mujeriego andaba con muchas mujeres, a pesar de su edad, muchas deseaban andar con este ejemplar, hasta que conoció a Soledad de 15 años, la cual embarazo, por lo que los casaron hacia poco tiempo ante la presión de sus padres.
Aquella tarde de Miércoles, las instrucciones para Felipe eran la de preparar el caballo para el Hijo de Don Luis el dueño que había llegado al día anterior de la Ciudad de México, Francisco de 22 años estudiaba en el Ejercito, desde hacía unos años estaba en la milicia, El
Era el hijo más chico de los
Dueños en la Hacienda los Capulines, él
era un hombre joven, alto, blanco, barbado, sus ojos verdes, todo el
icono de un hacendado, junto con su personalidad creada al estilo y las
buenas costumbres de la época.
Felipe el peón lo llego a ver algunas ocasiones de niño a Francisco pero no había vuelto a ver hasta esas fechas, Francisco venía a pasar unas vacaciones en la Hacienda.
El capataz se dirigió hacia donde estaba Felipe con el caballo y le presento a Francisco, debería servirle como su caballerango los ojos de Francisco se quedaron fijos en Felipe por un momento pero su arrogancia y su forma de ser solo la quito rápidamente, la primera labor de Felipe seria acompañarlo a galopar por las parcelas para ver las siembras y la extensión de la hacienda, Felipe solo se cuestionaba para que mostrar algo que ya conoce el hijo del Dueño, pero esa eran las ordenes y los peones eran considerados como esclavos, no podía hacer otras cosas que obedecer o seria castigado.
Así pasaron con la misma rutina durante los días siguientes de la semana, llegó el Sábado para hacer lo mismo, Así se enfilaron hacia las parcelas para iniciar el recorrido por aquella vereda que se perdía a simple vista, poca platica solo ordenes más porque un hacendado no puede hablarle a un peón como Felipe montado una caballo de trabajo, así fueron a galope por aquellas tierras de la hacienda, por las veredas y caminos por donde pasaba, la gente dejaba de trabajar para saludar al hijo del dueño, Francisco.
Felipe el peón lo llego a ver algunas ocasiones de niño a Francisco pero no había vuelto a ver hasta esas fechas, Francisco venía a pasar unas vacaciones en la Hacienda.
El capataz se dirigió hacia donde estaba Felipe con el caballo y le presento a Francisco, debería servirle como su caballerango los ojos de Francisco se quedaron fijos en Felipe por un momento pero su arrogancia y su forma de ser solo la quito rápidamente, la primera labor de Felipe seria acompañarlo a galopar por las parcelas para ver las siembras y la extensión de la hacienda, Felipe solo se cuestionaba para que mostrar algo que ya conoce el hijo del Dueño, pero esa eran las ordenes y los peones eran considerados como esclavos, no podía hacer otras cosas que obedecer o seria castigado.
Así pasaron con la misma rutina durante los días siguientes de la semana, llegó el Sábado para hacer lo mismo, Así se enfilaron hacia las parcelas para iniciar el recorrido por aquella vereda que se perdía a simple vista, poca platica solo ordenes más porque un hacendado no puede hablarle a un peón como Felipe montado una caballo de trabajo, así fueron a galope por aquellas tierras de la hacienda, por las veredas y caminos por donde pasaba, la gente dejaba de trabajar para saludar al hijo del dueño, Francisco.
Felipe él peón notaba algo
raro se percataba que el Francisco el hacendado por momentos no quitaba la
vista, Felipe se inquietaba ante aquella mirada hasta pena le daba, pero
discretamente el Hijo del hacendado quitaba la vista y continuaban su camino,
pero al Peón lo ponía de malas, y continuaba su tarea.
Esa tarde Francisco galopaba más rápido dejándolo atrás, y enseguida Felipe el peón aceleraba su marcha para darle alcance por lo que ya se había enojado pero no podía hacer otra cosa más seguirlo a toda prisa, en un momento Francisco él hijo del Hacendado le comenta a Felipe “Todavía está el ojo de agua”, le respondió que sí, tomo a galope a todo galope el caballo para hacer correr para llegar aquel lugar, Felipe le comento que tuviera cuidado pero no escucho y como pudo acelero el paso.
Esa tarde Francisco galopaba más rápido dejándolo atrás, y enseguida Felipe el peón aceleraba su marcha para darle alcance por lo que ya se había enojado pero no podía hacer otra cosa más seguirlo a toda prisa, en un momento Francisco él hijo del Hacendado le comenta a Felipe “Todavía está el ojo de agua”, le respondió que sí, tomo a galope a todo galope el caballo para hacer correr para llegar aquel lugar, Felipe le comento que tuviera cuidado pero no escucho y como pudo acelero el paso.
El camino al ojo de agua
estaba lejos de la Hacienda, había que bordear una pequeña colina para llegar al pozo de
agua, la vegetación más abundante y espesa, pequeño camino poco seguro, se escuchaba el
galope del caballo del hacendado, más bien Francisco quería poner a prueba al
peón, en aquellos matorrales se escuchó el sonido del cascabel, lo que el
caballo del Hijo del Hacendado reacciono
y sé este se puso nervioso, Francisco no pudo controlarlo y fue lanzado
hacia el barranco, rápidamente llego Felipe, asustado y con miedo busco
por aquellos matorrales al Francisco el hijo del Dueño, a unos metros
debajo de aquella maleza estaba Francisco semiinconsciente, la sangre saliendo
de la nariz, los golpes visibles en la cara, y su pierna tenía otra
herida sin más pensarlo Felipe lo jalo Hacia la vereda y como vio la sangre en
su ropa, su corazón saltaba más fuerte lo que hizo fue quitarse su camisa
la rompió e hizo un torniquete en aquella herida de la pierna .
Poco a poco despertó Francisco lo que miro fue la cara de y aquel cuerpo esculpido del Felipe el Peón, sorprendido, que no dejaba nada para imaginación, por un lado tardó en reaccionar hablar y lo primero que comento fue “Tú tienes la culpa, tú eres el culpable” refiriendo a Felipe el peón, pero no dejaba de mirar, el detalle el caballo del hijo del Dueño había regresado, un buen caballo jamás deja a su jinete.
Como pudo lo subió al caballo y regresaron a la Hacienda, mediar palabra por la mente de Felipe con miedo pensaba en las repercusiones y sobre todo el castigo, pero la mente de Francisco aparte del dolor de sus heridas, solo pensaba en la imagen de cuerpo de Felipe que por ocasiones el dolor más fuerte pero se daba tiempo para volteaba a verlo sin que este lo notará.
Y En la Hacienda el regaño del capataz así como Don Luis no hicieron esperar, en aquellos días los castigos era fuertes más porque así mantenían el control de los peones y de los trabajadores, Felipe no podía hacer nada porque era su palabra contra la del Dueño, solo tenía que obedecer y más por su esposa Soledad y su futuro hijo.
Llega el castigo de inmediato, se le quito la camisa y se le amarro, le dieron 20 latigazos corrió con suerte en algunos casos si los campesinos trataban de protestar o de huir de las haciendas eran brutalmente castigados e, incluso, asesinados, ante la mirada de muchos trabajadores e incluso sus familiares.
En aquella ventana de una de las ventanas de la Hacienda se levantaba la cortina para observar aquella escena, entre sombras era Francisco el hijo del Dueño de la Hacienda, que miraba detenidamente y con mucho morbo, se empezó a tocar el mismo, y poco a poco sus manos fueron bajando lentamente hacia su cintura, el sudor poco a poco escurría por su frente y sé quito lentamente el cinturón pita, mientras que el patio se escuchaba el sonido seco de los latigazos, en aquella habitación Francisco, el hijo del Dueño se bajaba lentamente los calzoncillos, empezaba a masturbarse, observando a Felipe, por aquella ventana, a punto del estasis, ya con la vista perdida y la sensación de tener los ojos bizcos anunciaban que había venido (corrido) cuando
Poco a poco despertó Francisco lo que miro fue la cara de y aquel cuerpo esculpido del Felipe el Peón, sorprendido, que no dejaba nada para imaginación, por un lado tardó en reaccionar hablar y lo primero que comento fue “Tú tienes la culpa, tú eres el culpable” refiriendo a Felipe el peón, pero no dejaba de mirar, el detalle el caballo del hijo del Dueño había regresado, un buen caballo jamás deja a su jinete.
Como pudo lo subió al caballo y regresaron a la Hacienda, mediar palabra por la mente de Felipe con miedo pensaba en las repercusiones y sobre todo el castigo, pero la mente de Francisco aparte del dolor de sus heridas, solo pensaba en la imagen de cuerpo de Felipe que por ocasiones el dolor más fuerte pero se daba tiempo para volteaba a verlo sin que este lo notará.
Y En la Hacienda el regaño del capataz así como Don Luis no hicieron esperar, en aquellos días los castigos era fuertes más porque así mantenían el control de los peones y de los trabajadores, Felipe no podía hacer nada porque era su palabra contra la del Dueño, solo tenía que obedecer y más por su esposa Soledad y su futuro hijo.
Llega el castigo de inmediato, se le quito la camisa y se le amarro, le dieron 20 latigazos corrió con suerte en algunos casos si los campesinos trataban de protestar o de huir de las haciendas eran brutalmente castigados e, incluso, asesinados, ante la mirada de muchos trabajadores e incluso sus familiares.
En aquella ventana de una de las ventanas de la Hacienda se levantaba la cortina para observar aquella escena, entre sombras era Francisco el hijo del Dueño de la Hacienda, que miraba detenidamente y con mucho morbo, se empezó a tocar el mismo, y poco a poco sus manos fueron bajando lentamente hacia su cintura, el sudor poco a poco escurría por su frente y sé quito lentamente el cinturón pita, mientras que el patio se escuchaba el sonido seco de los latigazos, en aquella habitación Francisco, el hijo del Dueño se bajaba lentamente los calzoncillos, empezaba a masturbarse, observando a Felipe, por aquella ventana, a punto del estasis, ya con la vista perdida y la sensación de tener los ojos bizcos anunciaban que había venido (corrido) cuando
Historia inédita escrita por Mexboby Betomex